Emboscada
Diana volvió en sí. No era normal que se distrajese de aquella manera, y menos en la situación la que se encontraba. Ella y su equipo llevaban ya 3 semanas en aquella inhóspita jungla, en lo que se suponía era una simple misión de reconocimiento. Se suponía. Si había algo que tenía en claro, es que desde el momento en que descubrieron sus capacidades, nunca la habían mandado a ninguna operación sencilla. Con el paso del tiempo, la sensación de incomodidad de Diana crecía. No era normal que una selva mantuviese aquel nivel de silencio, y mucho menos que se mantuviese así durante varios días. en efecto, desde que su equipo (únicamente formado por otras 5 personas, 3 ex-marines, una médico y un guía) se apostó en su actual ubicación (exactamente hace 4 días), no habían escuchado más ruido que el suyo propio, ni siquiera el de algún ave en la distancia.
“¿Le tienes miedo a tu sombra, chiquilla?”, le espetó Ryan, uno de los ex-militares. Nunca le había gustado demasiado los soldados, pero aquel hombre conseguía sacarla de sus casillas. Gracias a su habitual falta de sueño, Diana siempre había sido bastante irritable, pero sabía cómo mantener el tipo. Sus años de experiencia le habían enseñado que no podía permitirse el lujo de distraerse en un posible campo de batalla, y menos discutiendo con sus “compañeros”, a los que consideraba poco más que un peso muerto.
“Que te den”, se limitó a responder mientras se marchaba hacia la espesura. “Voy a dar otra vuelta de reconocimiento, no me gusta este lugar” dijo rápidamente Diana mientras se sumía en la semioscuridad de aquella maraña de plantas. Notablemente refrescada, Diana corrió con todas sus energías por el camino que ya había recorrido una buena cantidad de veces en aquellos días, y que rodeaba el campamento, haciendo una espiral en torno a él. Desde muy pequeña, siempre había encontrado una extraña satisfacción en las labores físicas, disfrutando la descarga de adrenalina correspondiente. Era una luchadora nata, y por aquella razón había perdido su hogar a los 13 años. Sus “padres” no duraron en venderla a un equipo militar a cambio de una generosa suma de dinero, y desde entonces había sido entrenada para el combate en todo tipo de medios.
Empujando aquellos recuerdos a un lado, saltó hacia la rama más próxima del árbol que tenía al lado y se paró en seco en ese lugar. “Diana, nos envían refuerzos”, rezaba su telecomunicador con la voz de Matt, otro de los militares. Aquello no hizo más que confirmar sus sospechas. En aquellos días, Diana había podido observar el rastro de otro explorador, aunque nunca había conseguido avistarlo. Todo ello era sin duda señal de que algo de lo que no le habían informado sucedía allí, y si bien no le importaba el qué, era obvio que necesitaría sus habilidades para salir de aquel lugar.
Diana siguió inspeccionando la zona por las siguientes 2 horas, peinando el lugar paso a paso. No había nada nuevo, pero no se le quitaba de encima el pensamiento de que aquello era la calma que precede a la tormenta. Mientras terminaba su recorrido, una nueva interrupción de su comunicador la sorprendió. “Están aquí, nos han enviado 50 hombres”. Esta vez la voz era la del incrédulo guía, que no comprendía absolutamente nada de lo que estaba sucediendo. “Dicen que otros 100 vienen tras ellos, que llegarán en la siguiente hora”. Aquello obviamente había dejado de ser una misión de reconocimiento hace bastante tiempo, y era cada vez más similar a un polvorín a punto de estallar.
En efecto, cuando Diana volvía al campamento, una explosión de sonido inundó la zona. El sonido de la guerra. El silencio que antes envolvía el lugar se vio reemplazado por los sonidos de rifles de todo tipo y gritos angustiados. El ruido provenía del este, desde donde se suponía venían el resto de los refuerzos. Mientras los ex-marines y el líder de los recién llegados se discutían el mando para cargar hacia el lugar de la aparente batalla, Diana se adelantó, deslizándose entre ellos.
Corrió con todas sus energías, entusiasmada. La guerra era su lugar, y allí se dirigía. Tras media hora de carrera, encontró los primeros cadáveres, y en los siguientes 10 minutos, se sumergió en la batalla. De un saltó entró en el claro, mientras notaba como su piel respondía a sus órdenes, endureciéndose. Una bala recorrió una trayectoria perfecta hacia su hombro izquierdo, pero ya era tarde. Una coraza de un azul oscuro como el fondo del mar recubría su cuerpo, y la bala simplemente rebotó y cambió de trayectoria. Con letal precisión, Diana se dirigió hacia el enemigo más próximo (los efectivos de su grupo eran siempre hombres blancos, aquellos individuos eran todos locales, con pieles tan oscuras como la tierra misma) y le asestó un golpe en el cuello con la mano, tumbándolo en el acto. Mientras la familiar sensación del poder y la adrenalina la invadían, Diana acabó con otros dos individuos, que habían cometido el error de esconderse juntos, esperando a que la situación se calmase. Se abalanzó sobre ellos, veloz, noqueando al primero de un golpe en la sien mientras dirigía un cuchillo al cuello del segundo.
Mientras se incorporaba, algo captó la atención de Diana. Por debajo de los disparos se podía oír otro sonido mucho más sutil, que cortaba el aire con rapidez espeluznante. Diana nunca olvidaría el sonido de un látigo, el instrumento de <<enseñanza>> favorito de su adiestrador, Marco. Con su corazón latiendo con una tremenda fuerza, se dirigió a la fuente de aquel cortante y espeluznante sonido, y antes de que pudiese darse cuenta, se le echó encima. Un látigo rojo como la sangre golpeó su costado, empujándola hacia un lado y haciéndole recordar por primera vez en mucho tiempo la sensación del dolor. Cuando se incorporó un hombre de talla corpulenta le esperaba con el látigo recogido, a unos tres metros de distancia. En sus ojos de color ámbar se veía la más pura diversión, y su cara se retorcía en una sonrisa de oreja a oreja, creando una imagen siniestra en contraste con los cuerpos que se acumulaban a su alrededor y la espesura de la selva tras él.
Le oyó pronunciar una palabra, en un tono fuerte y decidido; akuma. Tras esto, su látigo emitió una tenue luz, mientras salía proyectado de nuevo hacia Diana. Esta vez, lo esquivó lanzándose a su izquierda, pero cuando se volvió, el individuo se hallaba sobre ella.
What is this?
I smell epicness…
@Anon
Ya se verá ;3 Con un poco de suerte en breve cuelgo otro cacho, pero toca seguir con León (spoiler! )
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